Pink Floyd: Live at Pompeii Fue mucho más que la historia de un concierto

La primera vez que oí mencionar a Pink Floyd fue mediante el vídeo de Another Brick in the Wall (Part 2), a principios de la década de los ochenta a través de un programa matinal de los sábados. Dónde sus imágenes me produjeron muchas sensaciones, las cuales llegaron a impactar en mí y a lo largo de mi vida en mi forma de pensar, en lo que es el mundo que me rodea. De la sociedad en general. De ahí que mi acercamiento a la banda inglesa fuera paulatinamente acercándose. Hasta llegar a un punto de que es una de las pocas bandas que conozco que pueda llegar a estar escuchándolos disco tras disco sin cansarme. Pink Floyd fue una de las bandas que mejor reflejaron el paso del Rock Psicodélico al Rock Progresivo. En el que la inclusión de la electrónica era algo que iba ganando mucha fuerza dentro de sus composiciones. Pero que paradójicamente no llegó a ese punto hasta la marcha de Roger Waters. Ya a últimos de la década de los ochenta. Live at Pompeii es esa vía de escape donde los músicos exploraban las nuevas formas de encontrarse con su lado más creativo. No es un concierto al uso, de hecho, se ve perfectamente que son sesiones que van siendo grabadas en varios días. Perdiendo el contacto de su público para encontrar el sonido que ellos andaban buscando y que siguieron por ese camino hasta el final de la banda.



Pink Floyd en su estado más puro y provocador. Live at Pompeii va mucho más allá de un documental en el que un grupo musical experimentan con toda esa nueva tecnología que estaba a punto de eclosionar en el mundo de la música. Con todo lo bueno y lo malo que llevaban con ello.

Pink Floyd se muestran como una banda musicalmente muy segura de sí mismos, dónde que se creen capaces de transformar el mundo de la música y que de alguna forma lo hicieron. También nos muestran cómo esa unión que había entre ellos no era algo tan sólido. Con momentos en el que a pesar de intentar contener las formas delante de la cámara, se veían los roces que había entre Gilmour y Waters. Dos gallos con mucha personalidad, dentro de un corral en el que lo único que les llegaban a unir era el llegar a hacer de Pink Floyd la banda más grande del mundo del Rock. De alguna forma y dentro de su estilo lo consiguieron.

Nota: 10/10.


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