Empezaría diciendo, que por un momento, el cual duró la visualización de la película, me sentí estar de nuevo dentro de una sala de cine de los años setenta. Visualizando una película de espías a la usanza de aquellos tiempos. Aquí es donde el director norteamericano, se supiera desenvolverse como si estuviera en su propia casa. Steven Spielberg sabe a la perfección cómo encuadrar cada imagen, de una capital berlinesa, devastada por la segunda guerra mundial, dividida en dos bandos, los cuales levantaron aquel muro de la vergüenza. Dividiendo a la sociedad alemana más cercana al capitalismo, y a la otra parte del muro a una sociedad dominada por el ejército ruso.
En muchas páginas web, portales donde hablan del nuevo film de El puente de los espías, el cual lo sitúan en un canje, entre dos bandos. O una historia con dos acciones paralelas. Se quedan muy cortos al reducir un film, a tales acontecimientos, cuando la trama, va más allá de eso. El puente de los espías es una crítica de lo chapucera que suele ser la justicia algunas veces, y como en algunas ocasiones sale a la palestra un hombre que, con dos dedos de frente. Y sin miedo a la crítica, o la presión social, por sus ciudadanos, y política. Dentro de un caso que puede quedar en evidencia, no a las política jurídica, sino al propio juez. Sabiendo diferenciar cual es la justicia, y cuál es la propia venganza. Dividida en tres partes, El puente de los espías, no es el nuevo film de Steven Spielberg, es uno de las mejores filmaciones que ha retratado en la pantalla, un mago que en alguna ocasión le encumbraron como el rey Midas; pero con una filmografía con muchos altibajos.
No era una casualidad de entre tantas, que el abogado de seguros, James B. Donovan fuera el elegido, para que ejerciera de abogado defensor, del "espía" ruso Rudolf Abel. Dentro de su pequeño curriculum, instruyendo dentro de la abogacía, estaría metido dentro de los juicios de Nuremberg; pero en la parte de la acusación.
James B. Donovan es el perfecto abogado, para que dé el pego como buen señuelo; puesto que dentro de su actividad profesional, no tiene ninguna vinculación con la política activa. Para defender a un preso, con una sentencia de muerte ya escrita antes de celebrarse cualquier tipo de juicio. En todos los casos siempre hay un pero. Y está, en que siempre cogen a alguien que defienden antes los valores de su trabajo, antes que otra cosa. Aquí, su cruzada se basará en defender a una persona, pensando de una forma mucho más fría, y apostando por dejar al sospechoso de espionaje, con vida. Por si acaso algún día le tienen que utilizar como un perfecto canje, con algún preso político norteamericano, que pudieran tener los rusos. Aquí es donde empieza y acaba la primera parte, siendo una gran sinfonía audiovisual, con un Spielberg totalmente pletórico, en el que redondea, cada secuencia, la cual cubre con todo tipo de matices, desde la iluminación, la cual recrea unas escenas que te hacen llevar a aquella época, o las intervenciones, llegando a estar muy correcto Tom Hanks y con Mark Rylance, haciendo un papel, el cual se sentará muy a gusto calzando al espía ruso, por el que bien le puede valer por una nominación a los premios Óscar, en la categoría de actor de reparto.
La segunda parte aparecerá con la captura del piloto del avión espía U-2, por parte de los rusos, y con el estudiante norteamericano que detienen en el bando alemán. Aquí es donde Steven Spielberg sabe jugar mejor sus cartas, como muy pocos lo habrían podido llegar hacer. Por un lado, los hermanos Coen, saben entrar dentro de las entrañas de Berlín, y como el canje entre rehenes puede convertirse en un circulo vicioso. Pero aparte de mostrar a una persona convincente en lo que va hacer, la figura que caracteriza no llega a conmover en ningún momento. Mostrándose tan frío y gris, como el tiempo de Berlín. Más que un abogado, Tom Hanks parece haberse metido dentro de la piel de otro espía.
Y llegando a la tercera y última parte de la película, el canje de rehenes. Un final que pone un broche de oro a un film, que aunque se antoja como una gran película, no llega a conmoverte, hasta el punto final de esta misma. Por un lado Tom Hanks está muy correcto y hace un gran papel, como en un principio, crea esa atmósfera tan difícil entre su personaje, James B. Donovan, y Rudolf Abel. Como se va reafirmando dentro de su papel como abogado defensor, hasta el final de la película. Rudolf Abel está impresionante dentro de la caracterización de su personaje. Como he dicho antes, ha sabido interpretar un papel que estaba hecho a su medida.
Nota: 8'5/10.
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